“Lo que es increíble es que me parezca valiente hacer mi trabajo aquí, en mi casa”, asegura Mayte Carrasco, una periodista española que ha cubierto los principales conflictos bélicos en todo el mundo durante los últimos ocho años.
Estas declaraciones nacieron pocas horas después de haber recibido más de cien mensajes con insultos y amenazas a través de la red social de Twitter tras su intervención en un documental sobre el fundamentalismo islámico, emitido el pasado martes, 20 de enero.
Los abusos verbales tales como “bastarda” y “mentirosa” se vertieron contra ella desde cinco cuentas anónimas de Twitter y estaban “perfectamente coordinados entre ellos”, explica la reportera. El objetivo de estas acciones es el de amedrentar al profesional: “Los que hemos cubierto todas las revoluciones árabes sabemos cómo se las gastan, de un lado y de otro, y que no tienen ningún problema en trasladar esa guerra fuera de sus fronteras”.
La reportera ha decidido denunciar públicamente su caso para animar, dice, a que “otros compañeros que también están siendo acosados en internet” den un paso al frente y “pedir que las autoridades europeas actúen para acabar con las amenazas anónimas en las redes sociales”.
El suyo no es, ni mucho menos, un caso aislado. Según recoge la organización para la libertad de expresión Index on Censorhip, tan sólo durante el último semestre de 2014 hubo un total de 31 casos de insultos, amenazas y abusos online contra periodistas en Europa.
En una encuesta elaborada por la universidad de Central Lancashire, en el Reino Unido, de los 87 periodistas de la muestra, el 70% habían recibido insultos relativos a su trabajo a través de Twitter. A esto, se añade que la mitad habían sufrido insultos a su persona y un 27% amenazas directas. Según señalaba el informe, la reacción habitual de los profesionales encuestados era la de responder a los usuarios, bloquear las cuentas desde las que se habían originado los insultos, y, los menos, eliminar los tuits que habían provocado los abusos.
El caso de Mayte Carrasco ha hecho que alguno de sus compañeros, según cuenta, le hayan restado importancia a los insultos asegurando que este tipo de trolls (usuarios que se dedican a insultar y difamar en las redes sociales) existen desde hace mucho tiempo, a lo que ella responde que “existen porque no los denunciamos y porque permitimos que quede impune este tipo de delitos hasta el punto de que llegan a las amenazas físicas”.
De hecho, la periodista recibió dos amenazas de muerte en mayo del año pasado coincidiendo con la publicación de su primer libro, una novela sobre el origen de la guerra en Siria. Dos de ellos los recuerda muy bien, explica Carrasco: “En el ocaso de tus días tendrás noticias de nosotros”, y el otro, “Lo notarás en tu cuerpo”. El mismo usuario de Twitter borró los mensajes justo cuando ella se decidía a denunciar el caso ante las autoridades españolas. “Las sueltan, las borran y después se quedan en mi persona y en mi mente”, concluye la reportera.