El objetivo del proyecto Ontheline del Instituto Internacional de la Prensa (IPI, por sus siglas en inglés) es establecer una serie de protocolos dirigidos a los medios de comunicación para prevenir y proteger el impacto, tanto emocional como laboral, que tienen las campañas de coacción y amenazas en las redes sociales contra los periodistas.
Estos protocolos se desarrollarán a partir del análisis de las estrategias que actualmente medios de comunicación europeos, con distintos perfiles, implementan en sus redacciones. Además de España, el IPI lleva a cabo este estudio en Finlandia, Polonia, Alemania, Suecia y Reino Unido.
Cada uno de estos países tiene un contexto social y político característico que, unidos, representan los principales desafíos a los que se enfrenta Europa hoy en día. Desde el auge de la extrema derecha, al control de los medios de comunicación por parte del estado, pasando por los terremotos políticos que se han generado a partir del brexit, la llegada masiva de refugiados y el nuevo empuje de los movimientos sociales por la igualdad de género.
El IPI escogió España como país piloto para el estudio debido a que el proceso independentista de Cataluña, la proliferación de los casos de corrupción política en la última década y el renovado ímpetu de la lucha por la igualdad de género han conformado una nueva realidad social en la que otros países se pueden ver reflejados.
Entre el 23 y 27 de abril de 2018, miembros del IPI junto con la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (PDLI), se reunieron en Madrid y Barcelona con representantes de varios medios de información, periodistas y sindicatos de la prensa para hacer una prospección del alcance e impacto que el fenómeno conocido como acoso digital tiene entre los periodistas freelance, colaboradores y aquellos que están contratados en plantilla.
Antes de entrar en detalle, cabe mencionar que este estudio no pretende criminalizar las redes sociales, las cuales, desde nuestro punto de vista, juegan un papel fundamental en la consolidación y desarrollo de la democracia de muchos países, incluido España.
(*) Foto: Virginia Pérez Alonso, codirectora de Público y presidenta de la PDLI. 25 de abril 2018.
Esta última década ha sido uno de los periodos más convulsos a nivel político y social que España ha vivido desde que se instauró la democracia. A grandes rasgos, la profunda crisis económica que golpeó especialmente a la clase media y baja y el goteo constante de casos de corrupción política erosionó la confianza de la sociedad española en sus instituciones. El malestar de buena parte de la población dio pie, por un lado, a las protestas sociales del 11M que derivó en nuevas formaciones políticas y, por otro, al impulso de movimientos sociales que llevaban gestándose durante años, tales como el proceso de independencia de Cataluña.
La reestructuración del espacio político en todo este periodo ha generado una crispación que ha tenido su reflejo, también, en las redes sociales. En un contexto polarizado, en el cual si “no estás conmigo estás contra mí”, el periodista se convierte en objeto de avalanchas de mensajes intimidatorios en Facebook, Twitter o en la sección de comentarios de la web, cuyos patrones parecen, en ocasiones, responder a una acción coordinada.
“A veces da esa impresión”, asegura Pepa Bueno, la presentadora de Hoy por Hoy en la Cadena SER, el programa de radio líder en España. “Cuando has terminado una entrevista dura con un líder político que está en un momento especial o donde emergen muchas contradicciones y los enfrentas a sus contradicciones, a veces da la impresión de que la respuesta [en las redes sociales] está muy coordinada, que sale inmediatamente y que, además, se van sumando nombres propios con ‘peso’ en el entorno de ese partido, o en el entorno de ese personaje, que le dan valor a lo que están diciendo una base anónima”, explica Pepa Bueno. “Sí que ha ocurrido en campaña electoral, y sí que ocurrió en el entorno del 1 de octubre, cuando más polarizada estaba la opinión pública”.
En esta misma línea, Mònica Terribas, una de las periodistas más influyentes de Cataluña y presentadora de El Matí de Catalunya Radio en la radio pública de Cataluña, explica como la constante interpretación interesada o partidista de sus palabras termina por provocar cierta sensación de agotamiento psicológico: “Desde que empecé hace cinco años en el Matí de Catalunya Radio, tengo la sensación de que todas las palabras son decodificadas y traducidas por mucha gente de muchas más maneras que no el sentido que le quieres dar”. “Es muy cansado”, continua Terribas, “porque te quita espontaneidad, te quita frescura, te quita la capacidad de compartir alegría, ya que estamos en un momento muy difícil para muchas personas”.
En su caso, además, las amenazas rebasaron la frontera del mundo virtual y se tradujeron en ataques físicos contra el edificio en el que ella trabaja y en manifestaciones organizadas por grupos de extrema derecha pidiendo su dimisión. “A mí no me preocupa que haya un grupo más o menos de extrema derecha que venga a tirar piedras contra los cristales de la radio”, explica Terribas, “a mí, lo que me preocupa es que la policía no los haya identificado cuando existen imágenes, o que desde la fiscalía de delitos de odio no hayan abierto una investigación de oficio y, en cambio, sí que se han denunciado casos menos graves”.
Esta es la pérdida de confianza en las autoridades a la que también se refiere Ana Pastor, presentadora del programa de actualidad de El Objetivo en el canal La Sexta: “Yo creo que las redes, a veces, son un botellón, a veces, un lugar para el onanismo y, a veces, un lugar donde se comenten delitos y no se persiguen de la misma manera. Alguien que va por la calle y le dice ‘puta’ a otra persona conlleva algo más y en las redes no, o no a todo el mundo por igual, que esa es la queja que yo tengo habitualmente”.
En este contexto de polarización, Pastor asegura que hay que distinguir entre las amenazas que provienen de individuos anónimos de aquellos mensajes que proceden de líderes políticos con posiciones de poder “porque a mí me ha ocurrido cuando trabajaba para Televisión Española que un dirigente del PP [Partido Popular] dijera abiertamente en las redes ‘hay que destituir a Ana Pastor de Los Desayunos’ y, después, ¡qué sorpresa!, me destituyeron de Los Desayunos. Cuando tú tienes una posición de poder y lo ejerces de esa manera es claramente un ataque a la libertad de expresión, como hemos visto en este país en muchas ocasiones”.
“El objetivo de estas campañas es que el periodista se lo piense dos veces antes de hacer una pregunta o de hacer una información”, apunta David Alandete, director adjunto de El País y objetivo, también, de estas campañas de descrédito e intimidación en internet. “Gracias a estas campañas en Twitter de elementos como Wikileaks, los medios rusos, determinados partidos políticos o el movimiento independentista en Catalunya, estamos viviendo una preocupante promoción de la autocensura, de que la gente se lo piense dos veces antes de informar de cualquier cosa. Eso es lo realmente preocupante”.
“No, aquí no hay buenos ni malos”, explica Terribas, “aquí hay gente que tiene una mirada, algunos desde España, otros desde aquí. Llevamos hablando de esto [el movimiento independentista de Cataluña] desde hace muchos años. Este conflicto empieza en el 2003 con el nacimiento del nuevo Estatut [de Cataluña], estamos en el 2018, llevamos 15 años, 15 años muy largos con esto. Sencillamente cada uno hace su trabajo desde su perspectiva, desde su conocimiento y con toda su buena fe.”
(*) Foto: Reunión del equipo de redacción de ‘Els Matins de Catalunya Radio’ después de la emisión del programa. 26 de abril de 2018.
Desde principios de 2014, el IPI ha estudiado de forma sistemática distintos aspectos del fenómeno del acoso digital contra periodistas en países como Turquía, Jordania, Austria, Hungría y Serbia, entre otros. En todos ellos se observa un mismo patrón en cuanto a la naturaleza de los ataques y es que, si bien el acoso en redes sociales contra los periodistas es un fenómeno transversal en cuanto a género y edad (es decir, afecta tanto a hombres como a mujeres periodistas), los ataques dirigidos a las mujeres presentan unos rasgos distintivos ausentes en el caso de los hombres: ensañamiento y virulencia de los mensajes, menosprecio de a su apariencia física y su capacidad intelectual, amenazas de violencia sexual y amenazas a familiares y allegados.
Esos mismos elementos también se reproducen contra las mujeres periodistas en España. Estos son los tipos de acoso digital más común que se observan:
El ninguneo
Son mensajes dirigidos a menospreciar la labor periodística de la mujer por el hecho de ser mujer. Los mensajes tienen a menudo un carácter condescendiente y, en algunas ocasiones, utilizan el nombre de las periodistas en diminutivo. “Jamás, a ninguno de los compañeros que me han precedido en este programa [Hoy por Hoy de la Cadena SER]”, explica Pepa Bueno, “se les han dirigido para criticar su trabajo con el diminutivo de su nombre. A mí, cuando se me quiere menospreciar una opinión que he vertido en el editorial de la mañana se me llama ‘Pepita’. Esto es muy frecuente. Digamos que este el acoso que ellos entienden como ‘light’”.
Otro tipo de ataque específicamente dirigido a menospreciar el trabajo de la periodista es vincular su éxito laboral a su trayectoria sentimental. Gran parte de las periodistas que han formado parte de este estudio aseguran que son frecuentes los comentarios en las redes dirigidos a los “favores sexuales” que han tenido que hacer para llegar a las posiciones que actualmente ostentan.
Insultos machistas
Son mensajes enfocados a humillar a la periodista por su aspecto físico. No hacen referencia alguna a su labor periodística, sino que están exclusivamente relacionados con la apariencia de la periodista.
Lorena G. Maldonado, periodista de El Español explica cómo es objeto de insultos como ‘gorda’ y ‘fea’ que buscan minarle la moral tras publicar artículos de temas de carácter político o social. “Yo nunca he visto a un ‘hater’ meterse con el físico de un periodista hombre. Nunca he visto a un ‘hater’ referirse a la vida sexual de una periodista hombre, en cambio, sí lo hacen con las mujeres periodistas”, asegura Maldonado.
Amenazas explícitas y veladas de violencia sexual o de muerte
Las amenazas explícitas son mensajes intimidatorios en los que abiertamente se desea la muerte o la violencia física de la periodista, o bien son advertencias directas de muerte o daño físico.
Las amenazas veladas o indirectas acostumbran a ser mensajes en apariencia inofensivos, pero en los que el receptor interpreta la existencia de un peligro. El carácter intimidatorio de estos mensajes lo suele imprimir el contexto que les rodea. Por ejemplo, un usuario anónimo escribió a una periodista que estaba siendo objeto de críticas e insultos en ese momento en twitter: “Por cierto, has dado a luz hace poco, ¿cómo está tu hijo?”.
Amenazas en insulto a familia y allegados
Este tipo de ataques acostumbran a adoptar dos formas. Por un lado, se trata de amenazas o mensajes humillantes dirigidos directamente a los hijos o allegados de la periodista. “En el caso de las madres”, explica la periodista Cristina Fallarás, “cuando la violencia llega a los hijos ya no sólo te sientes vulnerable tú. Es decir, cuando recibes una notificación a las 7 de la mañana con un ‘vamos a matar a tus hijos que tienen 5 y 10 años’, claro… eso modifica tu vida”. “Además”, continúa Fallarás, “te da la sensación de que alguien ha invertido un tiempo en navegar por tus redes o por google para saber la edad de tus hijos. Esa persona ha perdido un tiempo en ti que recuperará de alguna forma”.
El segundo tipo son los ataques dirigidos a la periodista pero que llegan a través de familiares, conocidos o compañeros de redacción. Lara Siscar, presentadora y directora de Asuntos Públicos programa de análisis de la información y entrevistas en el Canal 24h de Televisión Española, relata cómo sus compañeros recibían mensajes vejatorios contra ella: “A veces, han sido mis compañeros los que me han apoyado, los que han venido y me han dicho que estaban recibiendo mensajes despectivos sobre mi persona.”
Las campañas de descrédito profesional
Son mensajes cuyo objetivo es el de poner en duda el contenido que la periodista ha publicado, ya sea haciendo referencia a su capacidad intelectual, o bien aludiendo a que dicho contenido responde a un interés personal o partidista de la autora. Este tipo de ataques también se observan contra periodistas hombres, pero en el caso de las mujeres, éstos suelen ir acompañados con mensajes de carácter machista, ninguneo y humillación.
(*) Foto: Pepa Bueno, directora y presentadora de Hoy por hoy en la Cadena SER. 23 de abril de 2018.
Consecuencias del acoso online a mujeres periodistas
Desde un punto de vista general, las campañas de intimidación y coacción a periodistas es un fenómeno que debe preocupar a toda la sociedad. Un entorno en el que los periodistas (tanto hombres como mujeres) no se sientan seguros a la hora de realizar su trabajo incide directamente en la calidad y la cantidad de información que el ciudadano recibe. El acoso online se convierte, entonces, en un elemento que limita dos derechos humanos fundamentales recogidos en los tratados internacionales, como son el derecho a tener una opinión libre y el derecho a tener acceso a una información libre y plural.
La palabra clave aquí es ‘plural’. Tal y como apunta Virginia Pérez Alonso, codirectora del diario Público y presidenta de la PDLI: “Si hablamos de mujeres, [el acoso online] afecta mucho más. Estamos en una sociedad en la que las voces femeninas son menos oídas que las voces masculinas porque en las propias estructuras de poder lo que predomina son los hombres. Unas estructuras a las que las mujeres nos cuesta mucho llegar y que se nos oiga. Si llegados a ese punto, encima las mujeres nos retraemos de hacer ciertos comentarios o de publicar nuestras informaciones, estamos privando a la ciudadanía de tener acceso a otras voces”.
En cuanto a lo particular, los insultos y amenazas tienen dos tipos de impacto sobre las propias periodistas, uno laboral y, otro, emocional o psicológico.
El impacto laboral
Los medios de información que han participado en este estudio no suelen poner en duda la labor informativa de los periodistas cuando son objeto de ataques indiscriminados en las redes sociales y acostumbran a poner a su disposición los servicios legales o psicológicos necesarios. Sin embargo, uno de los efectos más comunes que consigue el acoso online es, en casos extremos, mermar la confianza del propio periodista.
“Los periodistas tememos ser ‘castigados’ por nuestro medio cuando hay una avalancha de malas críticas porque, en muchas ocasiones, lo que piden [los acosadores] es nuestro despido”, explica Maldonado. La periodista del El Español expresa en voz alta un temor que, si bien no se respalda con hechos ya que la mayoría de los medios, incluyendo El Español, apoyan a sus periodistas ante las olas de insultos y amenazas externas, sí que es una sensación compartida entre la mayoría de las entrevistados y, muy especialmente, entre aquellos periodistas autónomos o freelance.
La afirmación de Maldonado ejemplifica, por un lado, el impacto emocional que este tipo de ataques tienen sobre los periodistas, y en especial las mujeres periodistas por la virulencia de los mensajes y, por el otro, el impacto a nivel laboral, el temor a que su reputación como periodista se vea dañada y con ello, su carrera profesional.
Como parte de la misión que el IPI y la PDLI llevaron a cabo, se organizaron tres focus groups: dos con periodistas autónomos (uno en Madrid y otro en Barcelona), y uno especializado en mujeres periodistas. Estas reuniones se realizaron en base a las normas internacionales que establece la fundación británica Chatham House, por las que se puede publicar el contenido de las reuniones, pero no se puede atribuir el mismo. La idea es que al proteger la identidad de los participantes se favorece el diálogo.
“Existe el temor de que no te vayan a llamar para otras colaboraciones por considerar que puedo ser una persona problemática, conflictiva o radical. Y yo no me considero así, sino que es la forma en la que el resto te construye”, apunta una periodista freelance.
El acoso online contra los periodistas autónomos es especialmente dañino ya que las redes sociales son una herramienta íntimamente ligada a su éxito profesional. “Los autónomos no podemos vivir sin las redes” asegura otra periodista. “Ahí es donde me ven las universidades que luego me contratan para sus cursos de verano, las editoriales que encargan libros, etc.”
Por el otro, las redes constituyen muchas veces su carta de presentación. Una de las periodistas apuntaba que la imagen que los directores y jefes de redacción se pueden hacer de ellas despende en buena medida de la imagen que el resto construyen de ellas en las redes sociales.
“El acoso online es grave porque necesitas destacar en Internet para obtener más colaboraciones”, explica otro freelance. “Cuando yo lo sufrí”, continúa la periodista, “Internet y las redes sociales eran el medio en el que yo trabajaba. No podía cerrar [mi cuenta en] Twitter porque vivía de eso”.
“En este sentido, el acoso online crea pobreza”, asegura otra periodista autónoma que ha visto como las avalanchas de descrédito han sido un factor determinante para reducir el número de colaboraciones con las que contaba. “Es una agresión económica radical, ya que nos quedamos en la calle, sin salario.”
El coste personal
En los insultos y coacción que se producen en el mundo virtual, a diferencia de los abusos en el mundo real, la persona objeto de la intimidación se desnaturaliza, es decir, como el objeto de la agresiópn es una firma, un rostro en la televisión o una voz en la radio, parece que no existe una persona real detrás de la cuenta personal de un periodista. Tal y como apunta Maldonado: “[Los acosadores digitales] se olvidan de que nosotras también nos levantamos por la mañana, que tenemos familias, que nos duelen las cosas.”
Por lo tanto, una amenaza permanece en la persona, más allá del medio (online u offline) a través del cual se ha emitido. Pepa Bueno explica este fenómeno con detalle al equiparar el impacto emocional de estas campañas de coacción con las fases de un duelo: “Primero no das crédito; luego tienes un momento de mucha indignación en el que tienes la tentación de contestar, o sencillamente de bloquear; después, aprendes a buscar si hay una amenaza que va más allá de las palabras y ponerlo en conocimiento de la policía; por último, aprendes a tomar distancia. Te dices a ti misma que ‘eso’ existe y aprendes a vivir con ello”.
A pesar de todo, Bueno asegura que el aprender a tomar distancia no es proceso sencillo: “Sustraerte a que eso existe es un músculo que no tenemos entrenado. Hay días que dices ‘no miraré las notificaciones’. Si tienes un día complicado, no tienes ganas de enfrentarte a ello.”
El hecho de que el acoso en redes sociales sea concebido por los periodistas como un peaje más que deben pagar por ejercer su profesión hace que el proceso entre el inicio del acoso hasta que el periodista es consciente de la secuela emocional que le produce se dilate en el tiempo. “Me costó mucho reconocerme como víctima y que las amenazas de las redes sociales tienen efecto en tu vida física”, relata Lara Siscar. Esta periodista y presentadora de informativos de TVE estuvo sufriendo acoso en las redes sociales durante más de dos años hasta que se atrevió a denunciar su caso a la policía en 2015.
La policía detuvo a dos acosadores que habían llegado a crear más de treinta perfiles en distintas redes para amenazar e intimidar a la periodista. En enero de este año, la periodista volvió a denunciar un nuevo caso de acoso digital. Esta vez un usuario había suplantado su identidad en Twitter.
En esta misma línea, otra periodista asegura que “terminas pensando que mi visibilidad era mala y que yo me había buscado eso”. En su caso, el acoso continuado le llevó a ni siquiera poder encender el ordenador para escribir. “Me daban ataques de ansiedad”, explica.
Ante esta presión psicológica, parte de los periodistas que formaron parte de los focus groups aseguraron que frecuentemente se ven empujados a calibrar cada una de las palabras que escriben o a limitar el número de interacciones en las redes sociales. En casos extremos, esa presión puede llevar a la autocensura. “Sí, creo que la autocensura está a la orden del día”, explica una periodista, “aunque yo intento decir lo que quiero decir, pero con la mayor elegancia posible porque sabes que luego es insoportable pasarte tres días leyendo insultos”.
(*) Foto: Lara Siscar, periodista y presentadora de informativos en TVE, fue objeto de acoso digital durante más de dos años hasta que interpuso una denuncia en 2015. Recientemente ha vuelto a denunciar un caso similar. 24 de abril de 2018.
Uno de los factores que ayudan a prevenir el impacto emocional y laboral del acoso online contra periodistas es el nivel de exposición de estos a las amenazas. Algunas de las medidas de prevención que los medios de comunicación pueden adoptar es, por ejemplo, un sistema eficiente de gestión de comentarios en su propia página web. Quién puede comentar y qué se puede comentar son dos factores que inciden en estas medidas.
¿Quién puede comentar? Suscripción y registro de los usuarios
El hecho de que un usuario se tenga que suscribir para poder comentar en los artículos de las ediciones digitales reduce el número de comentarios agresivos contra los periodistas. Dentro del proceso del registro para que el usuario pueda comentar, se suele pedir a los usuarios datos como su nombre y apellidos, el DNI, email, la población en la que reside y su edad.
Tal y como explica Izaskun Pérez, social media manager de la Cadena SER: “Hace años pedíamos también un ‘nickname¡, lo que pasa es que nos dimos cuenta de que, si la gente utilizaba un pseudónimo en vez de su nombre y apellidos, eran más propensos a dejar comentarios insultantes contra los periodistas. Evidentemente no hacemos una doble verificación de los datos que nos escriben, pero sí hemos visto que eso ha reducido notablemente la cantidad de ‘trolls que tenemos en nuestras plataformas”
El ARA, uno de los diarios publicados en Cataluña ha tenido una experiencia similar. En su caso, el usuario debe tener una subscripción mensual (pasados los primeros 30 días de prueba gratuitos), para poder comentar las noticias. Según han podido comprobar, los subscriptores realizan comentarios más moderados desde que instauraron este sistema.
¿Qué se puede comentar? Gestión de los comentarios en la página web
Existen dos estrategias principales para la gestión de los comentarios. Por un lado, los medios externalizan esta función a empresas especializadas. Este es el caso, entre otros, de PRISA Radio. La empresa que gestiona los comentarios, según explica Pérez, utiliza un doble filtro para aprobar y publicar un comentario: el mensaje para por un primer filtraje automático y, posteriormente, deciden manualmente qué comentarios se publican.
El filtraje automático se hace a partir de un software que clasifica a los comentarios en vacíos, spam y comentarios ‘blancos’ (aquellos que cumplen las condiciones de uso del foro). El programa también identifica comentarios con palabras sobre temas de actualidad (nombre de políticos, campañas, hashtags, etc.). Estos últimos pasan a otra bolsa donde se analiza cada comentario manualmente y se decide sobre su publicación.
Hay dos supuestos en los que la empresa se pone en contacto con el equipo de edición de la redacción web:
1.- Si hay comentarios con acoso o amenazas
2.- Si hay comentarios dudosos, es decir, comentarios que podrían ser publicados pero que requieren de una decisión editorial. En este caso, los responsables de la edición web deciden al respecto.
La empresa a la que la Cadena SER externaliza la gestión de los comentarios utiliza el factor karma dentro de su sistema automático de moderación. Se trata de una manera de premiar a los usuarios que comentan de manera constructiva. Cuando un usuario envía un nuevo comentario, el sistema analiza su historial. Si los comentarios han sido bloqueados anteriormente por contener insultos, amenazas u otros similares, los filtros son mucho más estrictos que con aquellos usuarios que han tenido un buen comportamiento hasta el momento.
La segunda opción es centralizar la gestión de lo comentarios en la propia redacción. Este es el caso del ARA. Aunque para agilizar el proceso, primero aplican primero un software que escanea el cada comentario para detectar palabras clave, ya sean insultos u otros, gran parte de la gestión se realiza nivel manual. Es decir, a pesar de que el software haya detectado una palabra clave, el comentario es supervisado por un miembro del equipo web del ARA y es él o ella quien decide publicarlo. El diario suele aprobar el 75% de los comentarios que reciben y a la redacción solo les llega los mensajes filtrados.
El País también cuenta con una empresa con un nutrido equipo que gestiona los comentarios. Más allá de aprobar o no los comentarios, los editores deciden cierran el foro de lo comentarios en algunas piezas periodísticas para no alentar, así, campañas de intimidación y desprestigio contra sus autores. Tal y como apunta el adjunto a dirección, David Alandete, hay artñiculos como los de opinión, en los que directamente no se abren a comentarios “porque no queremos que dentro de nuestra web haya piezas que se alberguen ataques orquestados contra un miembro de El País”.
Gestión de los comentarios en las redes sociales
Derivado de los esfuerzos por bloquear los insultos y amenazas en los foros de las webs, las campañas de acoso y desprestigio se trasladan con frecuencia a las redes sociales.
En estos casos, El Español, que cuenta con una fuerte comunidad en Facebook, oculta todos los comentarios que incluyan insultos u otro tipo de violencia, ya sean dirigidos a los periodistas o a otros lectores. Según su community manager, Ana Delgado, adoptan esta medida porque quieren “ser una página que tenga una conversación de calidad. No se censura, se acepta toda crítica siempre y cuando sea desde el respeto.”
Además, Delgado asegura que en ocasiones son los propios usuarios los que acorralan y expulsan a los ‘haters’: “Tenemos una comunidad muy fiel y nos ayuda a mantener a los haters a raya. Ellos mismos van argumentándose. Nosotros nos limitamos a supervisar la conversación y cuando hay insultos se ocultan”.
Sin embargo, Twitter es más complicado de gestionar, explica Delgado. El Español ha adoptado la postura de “no alimentar a los trolls o haters”. “No se interactúa con los usuarios”, continúa Delgado, “son los propios redactores, si quieren, dentro de sus propias cuentas personales los que interactúan con ellos. No tenemos una política clara sobre las cuentas personales.”
Una estrategia similar es la que sigue el ARA. En un principio se plantearon interactuar con los usuarios en Twitter pero dejaron a un lado la idea. Sólo se pronuncian ante campañas muy agresivas y suelen responder de manera muy neutra.
Gestión del impacto emocional y laboral
Primero, los propios compañeros suelen ser el primer recurso al que un periodista suele acudir en busca de consejo. “Últimamente”, explica Pepa Bueno, “empezamos a compartir estrategias cuando nos lo contamos unas a otras en la redacción: ¿tú qué haces? ¿cómo reaccionas? ¿cómo lo llevas?”. En esta misma línea, Lara Siscar se ha convertido en un referente entre sus compañeras de redacción: “Cada vez son más compañeras las que vienen a pedirme consejo ya que soy una de las pioneras en denunciar este tipo de acoso”.
Si bien el apoyo de los compañeros es esencial para minimizar el impacto emocional de estos ataques, es necesario el respaldo inequívoco del medio de información para el que trabajan.
Medios como el diario El País, La Vanguardia o Catalunya Ràdio tienen equipos de redes sociales que sirven de apoyo al periodista en un primer momento para saber cómo actuar, o son ellos mismos los que reaccionan a los ataques en las redes sociales directamente. Los protocolos de actuación que utilizan estos tres medios de comunicación tienen varios puntos en común:
1.- El periodista acude al equipo de redes sociales.
2.- El equipo de redes sociales determina la gravedad de su caso y en caso de duda se apela a la asesoría jurídica.
3.- Si el caso es real, primero se reclama a las redes sociales la retirada del comentario mediante los protocolos que tienen habilitado para ello.
4.- Posteriormente, se realizan las capturas correspondientes de los mensajes y se traslada el caso a la asesoría jurídica y a Recursos Humanos para que abran los protocolos legales para poder denunciar estos sucesos.
En los casos de El País y La Vanguardia, dichas acciones se coordinan con el consejo o comité de redacción (órgano que representa los intereses de los periodistas frente a la dirección), y la propia dirección.
En medios cuya estructura es más pequeña, los mecanismos de reporte y actuación son más informales. A menudo utilizan grupos de Whatsapp o Slack para informar sobre los casos de acoso y cómo actuar frente a ellos.
Los mecanismos de prevención y análisis sobre el acoso online son importantes para minimizar el impacto emocional y profesional en un periodista. Una de las medidas que Público ha desarrollado para conocer si el acoso digital influye en las propias periodistas fue enviar un cuestionario anónimo a todas las compañeras de la redacción. En el cuestionario se preguntaba a las periodistas los siguientes puntos:
1.- Han sido acosadas en online. En caso afirmativo, de qué tipo de acoso han sido objeto.
2.- Si se sienten apoyadas por el medio,
3.- Si se sienten respaldadas por el resto de sus compañeras,
4.- Si denunciarían y qué papel debe de jugar el medio en estos casos.
“Estamos todavía analizando esas respuestas y fomentando un diálogo en la redacción para que todos los periodistas, y en especial las mujeres, sientan que están respaldadas”, apunta Virginia Pérez Alonso.
La formación a los periodistas y otros miembros del equipo en este tipo de ataques digitales es esencial. En Catalunya Ràdio explican como sus empleados cursos de formación en redes sociales, si bien, no tanto enfocados en cómo actuar en casos de amenazas, sino en la gestión personal de las mismas a nivel profesional.
(*) Foto: Ana Pastor en la redacción de El Objetivo. 25 de abril de 2018.